El buen salvaje

Los viajeros del siglo XVI forjaron imaginativamente dos versiones del mito del “salvaje” en América. Desde los primeros relatos de Cristóbal Colón, se perfila la noción de que la inocencia (representada en la desnudez misma y la falta de pudor de los indios), la dulzura y la cortesía natural de los habitantes de estas latitudes los aproximaba a una suerte de estado prelapsario frente al cual los distintos autores asumieron actitudes diferenciadas según su procedencia, intereses y prejuicios. Dependiendo del punto de vista, el mito del buen salvaje permitía proyectar sobre la imagen de América los anhelos y carencias del propio lugar de origen. Pero también permitía dividir a los pueblos y naciones indígenas en dos categorías: los indios susceptibles de ser “civilizados”, sometidos y asimilados por el dominador; y los indios idólatras, sanguinarios, demoniacos, antropófagos, ingobernables y, por ello, aniquilables.
Desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XX, el relato del caníbal avanza lado a lado del relato del buen salvaje. Ambos relatos coexisten a través del tiempo, legitiman y acompañan determinadas agendas ideológicas. Para varios autores ingleses del siglo XVIII, la imagen de la docilidad y bondad de los indios conquistados por España, contribuía a nutrir la Leyenda Negra de España al mismo tiempo que enfatizaba el relato de las enormes riquezas obtenidas por España en estas latitudes. En el caso de México, ambas representaciones aparecen encarnadas principalmente en la figura de los pueblos que participaron de la guerra de conquista de México-Tenochtitlán. El mito de Moctezuma pervive en el imaginario europeo a través de puntos de vista encontrados. En ocasiones, Moctezuma es caracterizado por su cortesía, hospitalidad, valor e incluso se la da un estatuto trágico al ser el personaje de, al menos, dos óperas a lo largo del siglo XVIII  pero en otras ocasiones Moctezuma aparece relacionado como el aliado del demonio, el supersticioso, el gran amante de los sacrificios. La idealización de los indios mexicanos al momento de la conquista acarrea consigo una arista importante a considerar. La representación idealizada de un pasado glorioso del antiguo imperio azteca contrasta con la visión de que los mexicanos del siglo XVIII son herederos del conjunto de defectos asociados a España. También, en sintonía con los vientos de cambio hacia el final del XVIII, los antiguos mexicanos se vuelven la encarnación del mito de la libertad de las culturas antiguas previa a la llegada de los europeos y también motivo de discusión sobre el derecho de una nación para dominar a otra.

Bibliografía

López-Baralt, Mercedes. “La iconografía política de América: el mito fundacional en las imágenes católica, protestante y nativa,” Nueva Revista de Filología Hispánica, T. 32, No. 2 (1983), pp. 448-461.

Ortega y Medina, Juan A. Imagología del bueno y del mal salvaje, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1987.

Reding Blase, Sofía. El buen salvaje y el caníbal, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1992.

El buen salvaje